miércoles, 19 de marzo de 2014

Esto es la guerra

"ESTO ES LA GUERRA", Huelva Información, 10-3-14




Ucrania es un gigantesco dolor, por cierto muy racista; es curioso lo poco que duelen los muertos iraquíes, afganos, los orientales o los negros africanos y, sin embargo, lo estremecedores que son éstos tan blancos, rubios incluso. Son cadáveres de otra pasta, y entiéndase lo de “pasta” en toda su amplitud.
¿Cuántas vidas vale una patria? Mi hijo pequeño cantaba el otro día el himno andaluz, eco de su obligatoria jornada reivindicativa en la escuela, y decía que los andaluces queremos “volver a ser lo que fuimos”; yo le pregunté qué fuimos y él me contestó: “No sé”. Ya, el himno es casi inocuo, pero nunca he entendido una patria que no sea la Historia de una Cultura, y siempre he considerado que la Educación debe aspirar al Humanismo, a la ciudadanía universal guiada por la Razón. Intentar transmitir la emoción del himno o la bandera es una buena forma de azuzar el irracionalismo con estímulos simples. Ningún nacionalismo tiene fundamento histórico; por contra, la Historia enseña que las patrias son cambiantes y obedecen más a intereses estratégicos que a idearios filantrópicos. Los patriotas tienen su dinero en Suiza.
“No hallo manera de sumar individuos” decía Antonio Machado; un muerto, una vida truncada ¿es menos que Crimea, Cataluña, Andalucía, España? Preguntemos a sus padres... Entiendo al Obama de este caso (en otros no le tembló el pulso); negociar, tragar orgullo, todo eso merece la pena si se salva una sola vida. Que Putin es un peligro para el mundo, no es necesario explicarlo; pero un gobernante es nadie si no tiene peones debajo, la extrema derecha late en las imágenes de Ucrania embozada, fanática, obediente... cuidado. El incremento del debate nacionalista en Europa o en España, sumado al paro y la precariedad, a un paulatino desprecio por la erudición y un empobrecimiento de la actividad intelectual hasta la mediocridad generalizada, hacen posible la aparición de los fascismos, del nazismo, de los violentos y los paramilitares que encuentran en la simbología castrense malmetida una vía de escape para su frustración. La religión popular, el folklore y el fútbol son otra vez nuestras señas de identidad; ahí están los peones que esperan al Iluminado.
Cómo será España dentro de 20 años: la enseñanza dedicada a construir obreros medio cualificados, la Universidad al servicio de empresas, corrupción como esencia del sistema público y privado, salarios de subsistencia, políticos propagandistas, una prensa colaboracionista, enfrentamientos entre la ikurriña, la senyera, la Bandera Nacional, etc., el desprecio a la Alta Cultura por ser de élite (¡como si hubiera otra!)... Pesimista, me llaman. Por favor: ¡Que alguien pare la guerra!

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