sábado, 25 de enero de 2014

Más política, por favor

"MÁS POLÍTICA, POR FAVOR", Huelva Información, 6-1-14



Hubo un tiempo en el que tener ideología era estar bien pertrechado. Tener ideas, y saberlas defender, se estimaba como propio de aquella ciudadanía de bien que disfrutaba del privilegio de la Educación. Y era una aspiración pertenecer a esa clase depositaria de los valores democráticos. No parece que sean éstas la circunstancias; ahora, confesar este “vicio” te situaría en el terreno de la ingenuidad o el activismo radical; parece que lo sensato es no tener ideas políticas, el Fin de la Historia fue decretado por los politólogos de cámara de las Cortes. La Economía y su lógica mandan y deben mandar...
Bien, el problema es que, conforme avanzamos en este reinado, cada vez vemos más síntomas no de descontaminación ideológica sino de una imposición de la avaricia pura y dura. Porque, ya lo dijimos, el dinero ni se crea ni se destruye, sólo cambia de manos; y concluir que la liberalidad en su manejo o que tolerar sus veleidades significan un crecimiento económico que revierte en oportunidades para todos es, quizá, tan ingenuo como el infantilismo soviético de la economía planificada: las ideas se han hecho para el hombre, no el hombre para las ideas. Tapamos egoísmos con cifras macroeconómicas.
Pero no hay democracia sin ideologías porque la actividad humana es ideológica, detrás de cada acción existe un contexto; comprenderlo es o era lo propio de la ciudadanía. Ésta quiere y debe reivindicar la Razón y su publicidad, no sea que con la excusa de la libertad: el oscurantismo o, simplemente, la codicia disfrazada de liberalismo, estén devolviendo a una parte grande de nuestras clases sociales a la indigencia o al sometimiento justificado con el miedo.
El horizonte de una población por debajo del umbral de la pobreza no es sólo consecuencia de la crisis económica, hay también una crisis de ideas que tolera como natural una brecha social en la que esa pobreza económica va unida al desprestigio, a las barriadas alegales, a la miseria y el chabolismo renacidos, a la desnutrición con obesidad, a la desinformación, a la desprotección legal, a la incultura, a la caridad como medicina única para remover la diferencia, al tradicionalismo rancio y la superchería, a la fe del carbonero... mientras, nosotros, los ricos, devoramos novelas o delicadas melodías...
No es de extrañar que las nuevas hadas televisivas absorban la atención de esta población embobada, porque, como en los viejos cuentos, de ilusiones también se vive... Quizá haya llegado el momento de exigir política, explicaciones, ora del liberalismo económico, ora del amortiguador progresista, queremos ideas para, en el hueco que la Naturaleza nos deje, tomar las decisiones más justas. Es ética, no economía.

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