martes, 14 de julio de 2015

Me gusta el fútbol

ME GUSTA EL FÚTBOL, Huelva Información, 15-6-15



Ser o no ser, ésta es la cuestión. Hemos pasado décadas de clima cortesano, nuestros intelectuales conservadores (?) se movían a sus anchas recogiendo prebendas en los círculos exquisitos de la vida educada, de la clase. Lo lastimoso era observar cómo la supuesta “intelligentsia” progresista alardeaba de futbolera, semanasantera, romera, peregrina, prostibulera (con respeto, eso sí), gay (como perdonando) y frívola en lo artístico, lo profundo y lo poético. En un palco vip de un estadio en una capital, el constructor, el concejal, la ministra, el traficante, el poeta o el ídolo de juventudes confundían sus almas en civilizada convivencia de legítima rivalidad...
La fiesta ya acabó. Quienes no se han dado cuenta son ese borrachuzo fuera de la realidad a quien todo el mundo desea una pronta salida. El fútbol, la religiosidad popular o el tradicionalismo no son la expresión de los pueblos, sino su opresión. Ya sé que me llamará antiguo, pero es que conviene retomar algunas ideas para evitar el colapso por ignorancia. Para la izquierda no es verdad que la riqueza sea generada por el capital y las empresas, la hacen las personas con su trabajo y eso prioriza el derecho a la dignidad laboral frente al estímulo del crecimiento; es un cambio de valores de toda la sociedad, de ahí su carácter renovador frente al inmovilismo liberal. Por ello, el diagnóstico es claro: todo lo que colabora a prolongar la injusticia social, a mantenerla dividida en compartimentos estancos económicos (los de los privilegios o los de los sometimientos, ¿dónde está usted?) es un ataque frontal a los que, injustamente, sostienen con su labor diaria esta economía.
Yo no afirmo que ver fútbol, peregrinar al Rocío o lancear toros sean placeres regulables... cada cual que haga lo que quiera. Yo lo que digo es que el intelectual que mira los toros desde la barrera, el fútbol desde el palco, el Cristo bajo palio o la Virgen a caballo... incumple una de sus obligaciones principales: analizar, criticar, revisar los fundamentos de un sistema que genera beneficios pero también una injusticia creciente (e imparable) que amenaza la estabilidad y la paz.
Cada uno se retrata como quiere. Representar el voto de la izquierda y no atender a la laicización del ejercicio de un cargo público con nuestra Constitución en la mano (véase el nuevo Ayuntamiento de Huelva) pone a cada cual en su vela: IU vuelve a sus fueros, a su dignidad de pobre resultado pero honrado, el PSOE otra vez vende progresismo y se esconde en el populismo verdadero, el de la mantilla, la corbata, la pelota y las banderas de un pueblo hijo del fracaso del Sistema Educativo, de los Mass Media y sus basuras, de un pueblo que salió de lo feudal con el fin del franquismo hace nada. Si esto no lo controla nadie, pues mira... Pero si hay quienes mandan en la construcción de lo popular: la obligación del intelectual es denunciarlo.

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