COMPROMISO, Huelva Información, 16-6-14
¿Dónde están los intelectuales hoy? Supongo que cubriendo cátedras y promocionando libros. Si viéramos sus caras equivocándose, haciendo propuestas, otro gallo nos cantaría. Ortega llamaba "vida auténtica" a tener un proyecto, emulando al "sobrehumano" de Nietzsche: tener un ideario político, social, estético, económico, personal... Difícilmente el pensamiento cuando es consecuente, comprometido, casa con los valores de una sociedad porque suele brotar de ella por reacción. Es sospechoso, muy sospechoso, ver la aquiescencia de nuestra intelectualidad con lo popular; en España nadie con relevancia pública se atreve a criticar la tradición, eso se califica como antisistema: es más, si me apuran, una parte importante del profesorado, del periodismo, de la judicatura, de la medicina o del alto funcionariado vive de justificar el fanatismo religioso, las fiestas populares más bárbaras, expresiones artísticas sin ningún valor o la superchería más pacata y ñoña, cuando no participa de ellas directamente, eso sí, en su lugar correspondiente, no con la chusma. Basta ir al Rocío, tan reciente, ir a la Maestranza o ver el poder que manejan en Andalucía las cofradías religiosas, ahí están una parte importante de los que teniendo los medios para pensar prefieren dejar todo como está, y eso es ser conservador. Es más cómodo no arriesgarse a que te señalen y perder los privilegios. Les suele ir bien.
No busco polémicas, ni soy partidario de prohibir ni tengo ninguna aspiración mesiánica; observo y digo lo que veo. Se me hace difícil tragar una sociedad que critica a la Iglesia, que no sigue ninguno de sus preceptos, que no entiende ni cree sus dogmas y, sin embargo, llora a las puertas de una iglesia mientras suena el himno nacional (que no sé qué pinta ahí). Se me hace difícil ver lo consecuente en una sociedad que censura el velo islámico, que intenta prohibirlo en juzgados, institutos, etc., mientras tolera la indumentaria de las monjas. Insisto, no pretendo molestar, sólo pregunto por la coherencia.
Y por ello acuso a los intelectuales, a quienes tienen medios para transmitir ideas, porque se supone que (y me incluyo) debemos hacer pedagogía, no demagogia, y vivir no es soportar lo que te toca sin más; va mucha diferencia de apreciar lo hermoso de las tradiciones a tener que ir a pedir a una ermita salud o una oportunidad porque no conoces o no tienes otro recurso. No entro en la cuestión religiosa, sólo digo que si viéramos a un ingeniero naval encomendarse a la Virgen en una botadura no nos causaría buena impresión, a no ser que todos fuéramos iguales y llamáramos al cura de turno para que bendijera el casco con su hisopo, como hace 50 años.
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