"NUNCA", Huelva Información, 17-3-14
Nunca ocurrirá que las mujeres alcancen la igualdad laboral si son gravosas para el empleador (o empleadora, que la codicia no conoce género). Traduzcamos a la lengua de la calle; si a mí me sale más barato contratar a un santo varón: ¿por qué iba a perder peculio con una hembra? Objetivamente, en las circunstancias actuales, una mujer casada, en pareja, con familia o como se quiera, es más problemática para las ganancias de una empresa que su correspondiente marido, compañero o lo que sea. No estoy tomando partido sino constatando hechos conocidos; ni prescindo de las parejas homosexuales, la incidencia no será importante y, para lo que voy a defender, da igual.
Sólo se alcanzará la igualdad real cuando el hombre comparta las responsabilidades de los hijos y la casa, que siguen siendo terreno femenino, y eso sólo se conseguirá cuando quien contrate no vea la diferencia —ventajosa— de escoger a uno frente a otra; traduzco de nuevo: cuando pague lo mismo cogiendo al varón o a la hembra. Una "mujer embarazada" debe ser —entiéndase y aplíquese lo dicho a cada caso particular— una "pareja embarazada". Lo progresista, además de las campañas de propaganda para sensibilizar, es exigir que la riqueza de un país redunde en igualdad de oportunidades y en un reparto equilibrado y justo, como prevé esa Constitución que todos enarbolan y nadie lee.
Crecer económicamente es vivir mejor, no ser más ricos. Tener un primer hijo con treinta años largos no es un avance social; como no lo es tener sólo uno porque la vida se nos complica. Tener un tope para poder hacer carrera en tu oficio, aunque sea transparente, es una traba con la que se enfrentan la mayoría de las mujeres valiosas y ambiciosas. Si el hueco del Gobierno para conseguir la igualdad es obligar a dar a los hombres todas las "ventajas" de la maternidad, que paguen las empresas y la Administración, porque eso es crecimiento bien estructurado, es sociedad beneficiada y beneficiante, un empleado bien pagado y bien tratado consume y rinde.
Una persona (casi siempre mujer) que trabaje en su casa, debería tener derecho automáticamente a la mitad de los ingresos que entran en el hogar. Y poder cotizar para tener todo lo que laboralmente le sea connatural, incluida una pensión; así no dependería de un hombre, porque ésta es la única manera de dignificar un trabajo en casa que es la base de una parte importante de la economía real de este país. Y es la única forma de hacer sentir a un hombre, ya se sabe: cansado y meando en el borde de la taza, que el hogar es cosa suya. ¿No es trabajar ser ama de casa? Nunca lo será si no nos sacrificamos todos; que no nos engañen más, que con el trabajo y los recortes estamos pagando y manteniendo las ganancias de algunos, en vez de ser más felices.
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