PÓNTELÓ, Huelva Información, 20-10-14
En unas semanas, donde vivo, detienen a un tipo que se exhibía a menores y me cuentan de otro que asedia a chiquillas, hasta que llegan unos vecinos a espolearlo. En Europa uno de cada cinco niños sufre abusos sexuales antes de cumplir los 17 años; muchos se ocultan por la cercanía del abusador o sus amenazas, o, lo que es peor, por la propia vergüenza del abusado, que paga doble pena: vejación y estigma.
Estos datos, de ASPASI, una asociación contra esta miasma, no nos sitúan ante los monstruos insólitos que la prensa nos vende... Un 20% de abusos contra menores hacen de éste un delito relativamente frecuente que revela nuestra psicopatía sexual o nuestra hipocresía máxima; no es tan excepcional. Yo, que miro la vida con perspectiva y alguna cana, no creo que la sociedad actual haya superado el tabú sexual; y por mi oficio hablo cotidianamente con gente de entre 14 y 17 años, que me confirman mis sospechas. Es verdad que ahora viene a los institutos personal sanitario con penes de goma a explicar cómo se pone un condón; es verdad que en 4º de ESO muchos han perdido la virginidad (o han ganado en experiencia, según cómo se mire); es verdad que ahora hay menos vergüenza a lucirse o practicar ciertas cosas... pero sigue sin existir una educación sexual que sea útil para las consecuencias de su práctica; tenían razón los mayores, eso se aprende sólo, pero saber qué es el agua no es dominarla y para nadar correctamente quizá es necesario un monitor, a no ser que nos conformemos con hacer el perrito y llegar de cualquier manera.
Un amigo sociólogo me dice que los jóvenes fornican imitando el porno, que es como creerse Spiderman; te caes. Si un profesor o una profesora intentara explicar cómo es más placentera la penetración y que manejos se deben tener; si intentara singularizar el complejo orgasmo femenino y enseñar a las muchachas a gobernar su cuerpo, a los muchachos el suyo, si les enseñara a compartir sanamente sus intimidades para mayor gloria de sus cuerpos nuevos... tendría a todo el mundo encima al día siguiente. Sólo hay que recordar aquel cuadernillo inocente de Ayamonte en Educación Infantil, o más atrás, aquella heroína de biología que pidió muestras de semen para mirar al microscopio (aquí mi reverencia), denunciadas por padres neuróticos.
El tabú sigue siendo el mismo, pero con la violencia de saber que ahí fuera en la calle puedo conseguir lo que me dé la gana; de ahí a la frustración, por la sima existente entre las expectativas no controladas y el resultado; el sexo es un porcentaje muy importante de nuestra felicidad y si no lo ve así acuda a un especialista, quizá esté a tiempo. Wert prefiere sustituir el civismo y el saber por catolicismo integrista y para nota; quizá algunos españoles conozcamos algún día el exilio, otra vez.
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