CLAROSCURO, Huelva Información, 6-4-15
Tiene uno que parar un poco para admitir que ha pasado un año, tantas cosas, tantos acontecimientos, dolor, alegría, todo enterrado en el olvido, salvo tres anécdotas que conformarán nuestra memoria y nuestra vida mintiéndonos sobre lo que ha sido...
Vuelvo a pasear por Cortegana, paro en la papelería de la Plaza del Prado donde, mientras rebusco libros, entra una clientela familiar que convierte el negocio en realidad cotidiana en vez del mero intercambio y se agradece. Compro un puñado de ejemplares viejos, que ya tuvieron dueño (Steinbeck, Cervantes, un anónimo inglés...); subo, acalorado por este primer verano intenso, buscando ilusionado otra librería pero está cerrada y continúo hasta la Plaza del Casino de Abajo; encuentro allí a Antonio, también profesor, que me saluda efusivo y ocioso, con la salud del encinar; hablamos de política, de trabajo y de la salud de otros amigos, que ya vamos dejando atrás la juventud, y me cuenta que mi artículo de hace un año sobre el pueblo tuvo defensores y críticos; me alegra y halaga que se acuerde y me recuerde el efecto. Uno escribe para no contentar sino para dar a pensar.
Veo obras, soporto ruido, vallado y molestias, el estruendo que precede a las elecciones municipales, ¿no habría manera de garantizar que los partidos que hacen esta felonía no pudieran presentarse?; echo de menos a ese personaje que siempre pide al transeúnte para un cafelito y alguien comenta al forastero que en el pueblo hay algo más de dinero y movimiento, aunque ya sólo hay ricos y pobres, "La clase media desaparece como en toda España" replico yo, el signo de nuestro tiempo injusto; lo llaman recuperación y no es más que el resultado bien calculado de esta estafa mundial llamada crisis. No quieren ver que el Gobierno, la inversión, las infraestructuras, todo se hace para esa clase media consumidora que están matando, se ahorcan ellos solos y no lo ven, todo lo público será tarde o temprano todavía más deficitario por falta de pagadores. Han vencido... para perder, el fin de una era.
Entonces, atravesando la escandalera de la obra, aparece un puñado de chiquillos portando un paso a hombros, un bombo y una caja con esos ritmos militares que se empeñan en calificar como religiosos, caminan despaciosos imitando a los costaleros mayores... Se mezclan la ternura de la estampa con el desespero de saber que las tradiciones ocupan el lugar que habría de tener el pensamiento crítico, son la cueva de la ignorancia y así nos va, imparable Andalucía tópica repleta de incienso y cera, el espectáculo para los señoritos está hecho, el pueblo llora en las esquinas esa ignorancia traducida en fe. El espanto. Paso otra vez por solares abandonados en Cortegana, decadentes, pero la primavera revienta hermosa en ellos.
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