Que no sabemos nada es lo único cierto. Que todo es un juego a partir del engaño de la construcción de una realidad que no conocemos. Juzgamos, deseamos, queremos, ¿para qué?
sábado, 25 de enero de 2014
Hambre
"HAMBRE", Huelva Información, 4-11-13
Ser joven es no saber de la fugacidad del tiempo, parece que todo está como esperándonos. Después vemos que nada queda y poco a poco concebimos que también nosotros fluimos, como el río. Oía hablar del "Hambre", o sea: lo que la desesperación famélica puede torcer en la voluntad de una persona. Y eso era pasado... ya aquí no se conocía; por hundidos que nos viéramos, parecía que nuestros pies pisaban en un firme de derechos garantizados que eran la seña de identidad de un Estado moderno y con un cierto nivel.
Cáritas señala que la pobreza severa afecta en España a más de tres millones de habitantes; UNICEF, que uno de cada cuatro niños es pobre; el Banco de Alimentos de Huelva ha duplicado la cantidad de comida repartida por sus voluntarios a partir de 2011; junto a Cruz Roja, estas organizaciones atienden a noventa mil personas en nuestra provincia; se calcula que aquí unos tres mil quinientos menores torean el hambre a diario y basta darse un elegante paseo en coche por la capital para ver gente en los contenedores de basura o, saliendo al extrarradio, topar con el chabolismo redivivo. La Junta de Andalucía distribuye bolsas de comida en los colegios públicos (¿alguno privado?) para niños que, de otra forma, pasarían necesidad. Quizá la imagen de Somalia no sea la del hambre en España, pero sí los informes que alertan de malnutrición infantil entre quienes han ido perdiendo la protección y las oportunidades.
Ahora veo: el tiempo es un círculo; porque ¿quién se reconoce en esta Huelva, Andalucía o España de hoy?, salvo que admitamos haber vuelto más atrás de 1970...
No me gusta la caridad; tiene algo de delectación, un paternalismo que semeja sarcasmo. Pero no puede uno más que admirar el papel de estas organizaciones que, sin demagogias, están dando pan al hambriento; y con razón, no estamos para teorías sino para soluciones. Por eso siento vergüenza, porque este realismo debía partir de nuestras instituciones públicas. No sé de un sólo político español reconocible por haber convertido esto en su objetivo; ¿cómo pueden tolerar que la caridad se apodere de la calle?; la miseria engrosada es el fracaso de la plutocracia política, la miseria es su bochorno, atreverse a salir en público mientras tengamos niños pasando hambre es para exigir dimisiones ya, porque —entiendan— deberían estar vendiendo el mobiliario de nuestros suntuosos consistorios para evitar esta necesidad... Debería quedar suspendido todo lo prescindible: ¿o no es situación de excepción? Y, empezando por los ayuntamientos, todos deberían anunciar: "Queda suspendida la normalidad hasta nueva orden".
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