El mundo conservador acusa de populismo
a quienes dicen o pretenden lo que la masa quiere. Y voy a darles la
razón, pero lo ponen muy difícil para que sea de otra forma. Cuando
veo a Fabra (el abuelito del aeropuerto) salir de la cárcel después
de defraudar cientos de miles de euros, o nuestro Pte. Aznar
anunciando denuncias por revelación de sus datos de Hacienda después
de asumir una multa de 70.000 pavos por haber "optimizado su
fiscalidad" (así describió este tipo de operaciones el
ministro Josep Piqué, marido de la Dtra. de Informativos de A3), a
la Barberá acalorada por su casi segura investigación por blanqueo,
toda esa mierda de los salvapatrias de Panamá (dictando verdades
sobre lo que debe ser España y llevándoselo calentito fuera por si
las moscas), cuando veo cómo las cuentas del Gobierno eran mentira o
se han perdido para comprar votos en las últimas elecciones y
comparo todo con el asalto a supermercados para repartir entre los
pobres (por otra parte ejercicio fundamental en comunidades
cristianas del Norte de Europa durante la Baja Edad Media) me pongo
negro y pienso, sin justificar el ilícito del robo de ninguna
manera, que hay una desproporción entre la ejemplaridad de la
Justicia dependiendo del delito que uno tenga a mano, o sea:
dependiendo de la clase social a la que uno pertenezca.
Si usted es pobre y delinque se va a
comer desprestigio, años de cárcel, ruina, contacto con lo peor y
por tanto podredumbre garantizada para el resto de su vida. Y todo
por llevarse 3.000 euros de una gasolinera, 1.500 de una tienda, un
reloj y unas joyas de una gran superficie. Supongo que es correcto.
Pero ¿qué ocurre si usted dilapida millones de euros públicos a
mayor gloria de su figura y su partido? ¿Qué ocurre si usted
prevarica? ¿Qué ocurre si usted defrauda millones a Hacienda? Su
equipo de abogados se encargará de todo, no se preocupe.
Me repugna la grandilocuencia de esos
políticos inauguradores que han dejado un reguero de placas por toda
la península; porque la Historia, o sea: el tiempo, olvidará toda
la basura que les ha rodeado y cuando se vaya el olor habrá hasta
que agradecer su papel histórico repleto de rotondas, avenidas,
edificios, jardines, restauraciones, museos y demás "progresos".
Si uno está 15 ó 20 años en un cargo ¿no dejará una huella
obligada su gestión? Tendría que hacerlo queriendo para pasar
desapercibido.
La Historia es el hueso que queda
cuando se pudre lo orgánico, lo saben y lo han hecho así, mientras
el pueblo sólo pone sus vidas como caldo para su gloria. Cuánta
miseria humana disfrazada de solemnidad. Cuando uno se pregunta si
agachar la cabeza ante un noble inútil o si escudriñar los motivos
de la pobreza en su sentido más amplio, elige lo primero si ha
enfermado de vanagloria; yo me quedo con los populistas. Ya se verá.
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