lunes, 4 de julio de 2016

A la inmensa minoría, 25-4-16

El mundo conservador acusa de populismo a quienes dicen o pretenden lo que la masa quiere. Y voy a darles la razón, pero lo ponen muy difícil para que sea de otra forma. Cuando veo a Fabra (el abuelito del aeropuerto) salir de la cárcel después de defraudar cientos de miles de euros, o nuestro Pte. Aznar anunciando denuncias por revelación de sus datos de Hacienda después de asumir una multa de 70.000 pavos por haber "optimizado su fiscalidad" (así describió este tipo de operaciones el ministro Josep Piqué, marido de la Dtra. de Informativos de A3), a la Barberá acalorada por su casi segura investigación por blanqueo, toda esa mierda de los salvapatrias de Panamá (dictando verdades sobre lo que debe ser España y llevándoselo calentito fuera por si las moscas), cuando veo cómo las cuentas del Gobierno eran mentira o se han perdido para comprar votos en las últimas elecciones y comparo todo con el asalto a supermercados para repartir entre los pobres (por otra parte ejercicio fundamental en comunidades cristianas del Norte de Europa durante la Baja Edad Media) me pongo negro y pienso, sin justificar el ilícito del robo de ninguna manera, que hay una desproporción entre la ejemplaridad de la Justicia dependiendo del delito que uno tenga a mano, o sea: dependiendo de la clase social a la que uno pertenezca.
Si usted es pobre y delinque se va a comer desprestigio, años de cárcel, ruina, contacto con lo peor y por tanto podredumbre garantizada para el resto de su vida. Y todo por llevarse 3.000 euros de una gasolinera, 1.500 de una tienda, un reloj y unas joyas de una gran superficie. Supongo que es correcto. Pero ¿qué ocurre si usted dilapida millones de euros públicos a mayor gloria de su figura y su partido? ¿Qué ocurre si usted prevarica? ¿Qué ocurre si usted defrauda millones a Hacienda? Su equipo de abogados se encargará de todo, no se preocupe.
Me repugna la grandilocuencia de esos políticos inauguradores que han dejado un reguero de placas por toda la península; porque la Historia, o sea: el tiempo, olvidará toda la basura que les ha rodeado y cuando se vaya el olor habrá hasta que agradecer su papel histórico repleto de rotondas, avenidas, edificios, jardines, restauraciones, museos y demás "progresos". Si uno está 15 ó 20 años en un cargo ¿no dejará una huella obligada su gestión? Tendría que hacerlo queriendo para pasar desapercibido.

La Historia es el hueso que queda cuando se pudre lo orgánico, lo saben y lo han hecho así, mientras el pueblo sólo pone sus vidas como caldo para su gloria. Cuánta miseria humana disfrazada de solemnidad. Cuando uno se pregunta si agachar la cabeza ante un noble inútil o si escudriñar los motivos de la pobreza en su sentido más amplio, elige lo primero si ha enfermado de vanagloria; yo me quedo con los populistas. Ya se verá.

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