lunes, 4 de julio de 2016

Impresiones, 7-9-15

Yo soy profesor de instituto y me reivindico, a pesar de las confusiones que las reformas educativas han pretendido contra un colectivo que siempre molestó por su libertad (de cátedra). Nada tengo contra el Magisterio, no puedo estar más que agradecido por mis hijos y por mí mismo a quienes nos enseñaron los rudimentos del saber; no hay oficio más digno y más importante, y peor valorado y considerado. Se habla mucho de los colegios, pero nada de cómo han ido empobreciéndose unos estudios universitarios que han abandonado el mundo académico empós del espejismo pedagógico voluble, convertido en finalidad cuando sólo es instrumento para conseguir aprender lo de siempre: los grandes problemas del ser humano.
Yo me hice profesor de instituto el día que pisé un centro de enseñanza público como alumno, sabía que daría clases. Y lo quise, entonces no era muy consciente, para transmitir el entusiasmo con el que a mí se me despertó del sueño de la ignorancia ancestral hacia el mundo de la Cultura, de la tradición sofocante al mundo de la posibilidad, a una vida digna. Yo no soy maestro, mi papel es iniciar a alumnas en los vericuetos de las ideas, mostrar a alumnos cómo casi todo lo seguro y verdadero no es más que el fruto de las vicisitudes de nuestro cerebro con su entorno, cómo la dinámica evolutiva ha ido generando estéticas, religiones, ciencia... Mi labor es hacerlos renunciar a lo que saben para que se reinicien y comiencen a generar el conocimiento sobre el que cada generación construye su vivir. Esto no es escuela, es instituto, ¿ven cómo son oficios distintos? Ni mejor ni peor, diferentes.
Pero se inicia el curso bajo el desamparo de un Ministerio del que no sabemos su derrotero inmediato, elecciones por medio; comenzamos con la ambigüedad de una Junta que nos insinúa que no pondrá celo en el cumplimiento de la Norma nueva... Cuando corrijo los trabajos elaborados en 3º y 4º de ESO y veo cómo el 70 ó el 80% de los pupilos son analfabetos funcionales, me queda esa sensación entre empática y de rechazo que produce la miseria, como cuando lee uno viejas cartas de la posguerra repletas de fórmulas de cortesía y ortografía al menú, no olvidemos que alrededor de un tercio de nuestro alumnado no acaba la etapa obligatoria. Una sociedad ignorante es foco de corrupción en todos los sentidos. Si a ello sumamos esta Europa insolidaria, racista, xenófoba, aislacionista, Europa de deportados y moribundos en sus fronteras, de políticos contra el pueblo, la imagen de la Segunda Guerra Mundial vuelve...

Leo a Canetti, Magris, Camus para escribir esto; hablan con admiración y misterio de sus maestros y profesores, la Gran Europa de la Cultura y la Libertad, y ahora entiendo por qué nuestros poderosos han destruido al profesorado de Bachillerato: siembran la esclavitud, pero cuidado, allá donde hay esclavos hay revolución.

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