Descansemos de tanta política porque
la semana pasada murió uno de los artistas más representativos del
siglo XX, y me resulta curioso hablar en este tono porque realmente
el XX se ha quedado ya antiguo y empezamos a adquirir consciencia de
que el XXI es la nueva realidad, por lo menos para los que empezamos
a envejecer sin remisión.
La verdad es que el proceso de
descomposición de la música no popular, ésa que llaman clásica,
tuvo su cenit en los años 70. Desde entonces hemos vuelto, cansados
quizá de tanto cerebralismo, a una cierta melodía y simplicidad
esencial de la música, un cierto romanticismo como intento de
comunicación de las emociones, que había sido denostado e incluso
desterrado del fenómeno musical; compositores como Arvo Pärt, Giya
Kancheli, Philip Glass, Gavin Bryars, Tavener... han supuesto un
regreso a lo “agradable”, entiéndase, a lo fácilmente
reconocible por una mente no entrenada en la técnica musical.
Pierre Boulez representaba todavía esa
gran reacción contra el esteticismo romántico, la transformación
del sonido en códigos físico-matemáticos en los que una música
pura, sin apenas participación de lo sentimental, pudiera emerger
volviendo a la inocencia de lo natural sin interpretar. Quizá por
eso ha sido un gran director de orquesta, porque meticulosamente
descifraba lo escrito permitiendo ver lo que las personalidades ora
egolátricas ora comerciales de otros nos ocultaban de un Debussy,
Bartok, Stravinsky, Mahler o hasta Wagner... Basta oír las
grabaciones de sus sonatas para piano, en versión de Claude Helffer
p. ej., para constatar ese impresionismo sonoro en el que es la
perspectiva y la curiosidad del oyente, que se deja inundar por el
martilleo de combinaciones instrumentales insólitas, la que da
sentido al aparente caos. Si usted piensa que la abstracción en
pintura es un no-pintar, no oiga a Boulez.
Fue un político de izquierdas (aunque
algunos traten de identificar la izquierda con la tontuna cándida,
me resulta más fácil identificar la derecha con la estupidez
interesada), despreció la música
popular como Arte, y su defensa de la música de Frank Zappa prueba
que éste ha sido el único músico de verdad que ha dado el rock,
Boulez estrenó sus obras y dialogó con él de tú a tú.
Con
su muerte acaba el siglo XX musical y una concepción de la
composición que dobló la Historia de la Música hacia derroteros
que consolidaron como clásico lo vanguardista, valga la
contraposición de ideas. Componer hoy como él, quizá no tenga
sentido; componer sin él, es imposible. Comparto con él su
desprecio por la dilapidación de capital público que supone la
ópera, menos gorgoritos y más programar Pli
selon pli
o Le
marteau sans maitre,
y si al pueblo no le gusta es que tenemos un problema cultural,
porque Boulez ya es Historia.
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