lunes, 4 de julio de 2016

Crimen y castigo, 31-8-15

Mi amigo M. Á. Maneiro es un tipo raro; de formación científica, vinculada al medio ambiente (ha dirigido parques andaluces), vertebra su saber en torno a ideas humanistas que le hacen tener una visión de la Naturaleza y la sociedad, y por tanto un proyecto de vida. Y me dice que siente lástima por la nuevas generaciones: porque hace treinta años parecía que el mundo iba siempre hacia algo mejor, que salíamos de la carcundia y el atraso para ir hacia una sociedad más justa y libre. ¿Qué dejamos a los jóvenes actuales?
Europa es un club de pijas. Y lo más triste es que los empleados de este club elitista tenemos ese orgullo del pobre por el que uno se siente superior en función del rango de tu dueño, como si la clase del esclavo fuera distinta dependiendo de quien te fustigue y explote. Y está el mundo exterior, los aspirantes a esclavos. Europa, la luz de la Ilustración y los Derechos Humanos, vuelve a los camiones repletos de cadáveres, a los trenes de deportados, a las alambradas (en España sabemos que se llaman "concertinas") y los muros vergonzantes. Y nuestro dueño nos pide otra copa y nosotros se la ponemos mirando con desprecio a los miserables, somos pobres hartos de comer.
¿Dónde coño está la izquierda? O frenamos esa falsedad del capital como motor del ser humano o nos gobernará un demente al estilo Trump. Hay que repensar el crecimiento, no hay otra. Nos estamos aislando del mundo, los nuevos genocidas nazificados está claro que profesan fanatismo religioso, pero ¿no seremos nosotros el nuevo mundo frío tras otro telón de acero? La nueva izquierda debe volver a ser internacionalista, que les den a Cataluña y a España, hay que pelear por un Tribunal Penal Internacional que pueda ejercer con total autoridad en cualquier parte, y hay que supeditar el flujo del dinero al cumplimiento de los Derechos Humanos: hace falta una carta constituyente mundial ya, con los mínimos vitales dignos para cualquier ser humano, y hay que supeditar el crecimiento económico a su cumplimiento, la cooperación y el desarrollo como prioridades. Si alguien piensa que sin estímulo no hay desarrollo y que sólo la zanahoria de la riqueza produce trabajo: démosle la razón, la izquierda nueva no debe ser anticapitalista, sino utilizar el Derecho, la Justicia y la Educación como reguladores de las desigualdades sociales, redistribuir. No fantaseo, somos la mayoría, aunque hipnotizada por el vicio de la servidumbre.

Hay que mirar al planeta porque si no seremos (somos ya) partícipes de una violencia que sin duda debe ser calificada como crimen de lesa humanidad. La razón está del lado de esos miles de refugiados, y los ya muertos claman a nuestra conciencia. Podemos ayudarles y darles oportunidades, y exigir el credo de las Luces en vez de esa patochada falsa de la tolerancia: Ley, eso es futuro. Cualquier daño físico a otra persona es un crimen, sin ambages... Crece la espiral de indiferencia mientras nos lavamos las manos con los móviles...

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