Mi
amigo M. Á. Maneiro es un tipo raro; de formación científica,
vinculada al medio ambiente (ha dirigido parques andaluces), vertebra
su saber en torno a ideas humanistas que le hacen tener una visión
de la Naturaleza y la sociedad, y por tanto un proyecto de vida. Y me
dice que siente lástima por la nuevas generaciones: porque hace
treinta años parecía que el mundo iba siempre hacia algo mejor, que
salíamos de la carcundia y el atraso para ir hacia una sociedad más
justa y libre. ¿Qué dejamos a los jóvenes actuales?
Europa
es un club de pijas. Y lo más triste es que los empleados de este
club elitista tenemos ese orgullo del pobre por el que uno se siente
superior en función del rango de tu dueño, como si la clase del
esclavo fuera distinta dependiendo de quien te fustigue y explote. Y
está el mundo exterior, los aspirantes a esclavos. Europa, la luz de
la Ilustración y los Derechos Humanos, vuelve a los camiones
repletos de cadáveres, a los trenes de deportados, a las alambradas
(en España sabemos que se llaman "concertinas") y los
muros vergonzantes. Y nuestro dueño nos pide otra copa y nosotros se
la ponemos mirando con desprecio a los miserables, somos pobres
hartos de comer.
¿Dónde
coño está la izquierda? O frenamos esa falsedad del capital como
motor del ser humano o nos gobernará un demente al estilo Trump. Hay
que repensar el crecimiento, no hay otra. Nos estamos aislando del
mundo, los nuevos genocidas nazificados está claro que profesan
fanatismo religioso, pero ¿no seremos nosotros el nuevo mundo frío
tras otro telón de acero? La nueva izquierda debe volver a ser
internacionalista, que les den a Cataluña y a España, hay que
pelear por un Tribunal Penal Internacional que pueda ejercer con
total autoridad en cualquier parte, y hay que supeditar el flujo del
dinero al cumplimiento de los Derechos Humanos: hace falta una carta
constituyente mundial ya, con los mínimos vitales dignos para
cualquier ser humano, y hay que supeditar el crecimiento económico a
su cumplimiento, la cooperación y el desarrollo como prioridades. Si
alguien piensa que sin estímulo no hay desarrollo y que sólo la
zanahoria de la riqueza produce trabajo: démosle la razón, la
izquierda nueva no debe ser anticapitalista, sino utilizar el
Derecho, la Justicia y la Educación como reguladores de las
desigualdades sociales, redistribuir. No fantaseo, somos la mayoría,
aunque hipnotizada por el vicio de la servidumbre.
Hay
que mirar al planeta porque si no seremos (somos ya) partícipes de
una violencia que sin duda debe ser calificada como crimen de lesa
humanidad. La razón está del lado de esos miles de refugiados, y
los ya muertos claman a nuestra conciencia. Podemos ayudarles y
darles oportunidades, y exigir el credo de las Luces en vez de esa
patochada falsa de la tolerancia: Ley, eso es futuro. Cualquier daño
físico a otra persona es un crimen, sin ambages... Crece la espiral
de indiferencia mientras nos lavamos las manos con los móviles...
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