Me
decía un ferretero en Niebla que, al poner la tele, le quedaba
sensación de ser el único normal, porque el mundo está lleno de
locos. Y tiene razón, la violencia y la sin razón nos rodean hasta
generar angustia y miedo. No sé si debemos buscar solución o
consuelo...
Detrás
de muchos comportamientos execrables está la desigualdad y la lucha
ciega por poseer lo que otros tienen, aunque sea sublimando riqueza
con paraísos religiosos: la ignorancia. Y aunque pueda parecer
ingenuo, naíf incluso, yo me pregunto para qué vale una sociedad
que no regula esa desigualdad, nos dejamos guiar por políticos y
empresarios que nos llevan a la catástrofe, vivimos en mitad de una
indiferencia al desastre global que nos hace responsables de
cualquier guerra futura, que la habrá, entre pobres y ricos del
mundo. Leía el otro día a un inmigrante en Alemania: "Nosotros
no queremos ser los nuevos judíos"; igual que a veces nos
preguntamos cómo toda una nación pudo alentar y consentir el
Holocausto: ¿nadie puede hoy encaminar la riqueza (que la hay) a
paliar diferencias que son indignas? ¿El lujo tiene como sangre
forzosa la miseria de una gran parte de la población?
Si
tuviera la solución... Tengo el consuelo. Un consuelo útil, porque
estoy convencido que es una oportunidad para quien lo acepta, pero no
puedo (ni debo) desvincularlo de un cambio social. Sigo creyendo en
el proyecto ilustrado, con sus límites; el conocimiento, la
educación, la Belleza, los Derechos Humanos... ningún gobierno
debería poder anteponer a esos medios ninguna razón de Estado. Sí
creo en el castigo (voy para viejo) para quienes no asuman las leyes,
creo en la redención obligatoria: esto es, si un tío con dieciséis
años es detenido robando no saldrá de la cárcel hasta que tenga su
plaza de notario, al menos... nada de condenas por años sino con
hechos. Se nos llena la boca con la palabra "libertad" y
apoyamos tácitamente la dictadura egipcia que condena a muerte a
periodistas porque nos conviene. Permitimos la existencia del narco
en México, país de miedo, y nadie se plantea la legalización del
comercio con drogas. Vemos la prostitución y no nos preguntamos por
la educación sexual que recibimos. Vivimos un espejismo del
progreso.
Dice
Claudio Magris que "[...] la literatura auténtica no es la que
halaga al lector, confirmándole en sus prejuicios y en sus
seguridades, sino la que le acosa y le pone en dificultades, la que
le obliga a ajustar las cuentas con su mundo y con sus
incertidumbres". Ésta es la humanidad en la que tengo fe, no
quiero el desespero del escepticismo, el pragmatismo, el realismo
(que siempre es una justificación a posteriori del egoísmo). Creo
en la utopía como motor, en una sociedad que podría paliar el
sufrimiento de este mundo casi sin esfuerzo, en Rafael Chirbes que,
desde la otra orilla, nos mira habiendo dado ejemplo de lo que un
escritor debe hacer con la realidad y la Belleza, mostrando
hermosamente la basura que somos.
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