lunes, 4 de julio de 2016

Así sí. Daniel Lagares, 13-9-15

Hablamos a veces los de las Letras sobre muchas cosas y, entre otras, caemos en la cuenta de cómo lo hispanoamericano ya no existe, se han roto los vínculos: y es penoso, porque compartimos un pensamiento... en la lengua. A comienzos del siglo XX un nicaragüense marcaba la historia de la poesía española sin colisiones patrióticas; a mediados del mismo siglo, un moguereño era el Dios de la lírica americohispana; hoy nuestra ignorancia de las letras americanas es prácticamente absoluta salvo la ringla de novelas comerciales que nos meten por los ojos las editoriales, y que no suelen ser lo mejor. Quizá exagere, pero me gusta hacerlo para ver mejor el defecto.
El papel de Huelva es francamente criticable; las instituciones públicas, quizá por ignorancia de sus dirigentes, siguen apoyando y apoyándose en esa tontería genocida del Descubrimiento, que no es más que Historia de la Infamia, en vez de haberse erigido como portal de entrada de la intelectualidad hispanoamericana para Europa. El paternalismo descubridor ya no vende allí, los tiempos cambiaron hace mucho (siglos) y algunos no quieren verlo porque están más cómodos en el diván tradicionalista. La Universidad, los proyectos que fluyen hacia La Rábida, la UNIA, esos alcaldes a los que falta desfilar vestidos de Lope de Aguirre, esa colonomanía tan rancia, esas orgullosas fiestas de partida en agosto o de llegada en octubre... prescinden realmente de lo importante, que es traer la riqueza cultural de América a Europa, lo que podría haber sido un motor económico más que interesante para ir sustituyendo lentamente esta industria que tanto pesa para el desarrollo de Huelva, generadora de crasos beneficios para sus corporaciones y creadora de proletario subcontratado que malvive en barriadas que alimentan su voracidad...
No es éste el asunto ahora sino la obra de Daniel Lagares Ramírez, nacido en Huelva en 1973, aunque hace veinte años que inició un periplo viajero en Granada, Sevilla, las Canarias y ahora Lima, un caso que debería ser motivo de atención para las instituciones que cité arriba; un onubense, afincado, digo, últimamente en Perú y cuya obra tiene allí la más alta estima pudiendo ser motivo de intercambio interesante. El 28 de agosto se clausuró una retrospectiva suya en el Instituto Cervantes de Rio de Janeiro titulada "Ayllu Quinua. Os Guardôes das Sementes", que merece una entrada en este periódico.
Se trata de un conjunto de fotografías retratando el modo de vida en torno a la Quinua, especie de cereal que cubre el espectro que aquí juega culturalmente el trigo (o algo más). Lagares atiende sobre todo a los personajes y se fija en los rostros, marcados por el tiempo y la dureza del clima; sabe captar la sabiduría y el acervo de una cultura con más de 5.000 años, reprimida en parte por los conquistadores y su religión, pero también lanza un mensaje objetivo que nos hace reflexionar sobre los inconvenientes de la tradición y hasta qué punto puede ésta asfixiar al individuo en favor del grupo.
Las sociedades no ilustradas juegan con escalas de valores en las que la individualidad se subsume en la estabilidad del sistema, esto es (por definición): conservadurismo inmovilista. Si esto fuera para ser felices... sería estupendo, pero los roles sociales, sexuales, de poder, todo suele estar predeterminado bajo pena de muerte o expulsión... En su trabajo (hablo como espectador, el artista propone y el espectador dispone) hay esa mirada objetiva, que no distante, de autenticidad, donde quien las ve puede recrear "in mente" al personaje y sus circunstancias, y como en una buena novela eso resiste el paso de fronteras y tiempo, y da qué pensar, no sólo qué ver.
Se han expuesto también dos documentales, el primero El poeta en el arca, dedicado a la obra de Arturo Corcuera, poeta máximo en Sudamérica (e inencontrable casi por aquí), es un ejercicio de reflexión en torno a la belleza y la vida y el tiempo. Es muy difícil capturar la vis poética de un autor con la imagen; lejos de los tópicos que normalmente sirven para destrozar al autor y su obra, el documentalista Daniel Lagares ha sabido captar el silencio creativo de Arturo Corcuera en un breve poema fílmico para conmemorar el cincuenta aniversario de la publicación de Noé delirante, libro preciosamente raro y alabado por sus alcances desde su publicación.
El otro es Asina. Sí, Lagares es un documentalista del silencio. En Asina, narración sobre los cabreros de Fuerteventura premiada y reconocida internacionalmente, consigue atrapar ese aire que la vida cotidiana tiene en quienes no fluyen en el ritmo artificial, de embalse, de la ciudad; la vida natural lleva el ritmo de la luz, del aire, del sol y el agua, corre como torrente y Lagares consigue atrapar esos compases vitales sin necesidad de valorar moralmente unos comportamientos que no se ofrecen idealizados sino como ejemplo de lo que el ser humano es. Además del valor etnográfico, yo, que no sé de imagen, sólo puedo decir que los enfoques de Lagares tienen un valor plástico por sí mismos, están perfectamente estudiados y los juegos de luces, de distribución de la información en el encuadre, te hacen pensar todo el tiempo en una obra artística de alguien muy formado que concibe el documental como una gran sinfonía en la que todo cuenta.

La obra del onubense Lagares está siendo reconocida en Sudamérica. Su universalidad proclama conocimiento del ser humano; y ésta es la puerta del Arte. Ésto sí es un motivo hispanoamericano; al máximo nivel, las instituciones onubenses deberían recuperar ese material y explotarlo, ahí deberíamos estar con nuestra provincia y, creo, yo, poco dado a patrioterismos, que no es malo que un onubense reconocido fuera pudiera profetizar algo por aquí pronto.

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