Hablamos
a veces los de las Letras sobre muchas cosas y, entre otras, caemos
en la cuenta de cómo lo hispanoamericano ya no existe, se han roto
los vínculos: y es penoso, porque compartimos un pensamiento... en
la lengua. A comienzos del siglo XX un nicaragüense marcaba la
historia de la poesía española sin colisiones patrióticas; a
mediados del mismo siglo, un moguereño era el Dios de la lírica
americohispana; hoy nuestra ignorancia de las letras americanas es
prácticamente absoluta salvo la ringla de novelas comerciales que
nos meten por los ojos las editoriales, y que no suelen ser lo mejor.
Quizá exagere, pero me gusta hacerlo para ver mejor el defecto.
El
papel de Huelva es francamente criticable; las instituciones
públicas, quizá por ignorancia de sus dirigentes, siguen apoyando y
apoyándose en esa tontería genocida del Descubrimiento, que no es
más que Historia de la Infamia, en vez de haberse erigido como
portal de entrada de la intelectualidad hispanoamericana para Europa.
El paternalismo descubridor ya no vende allí, los tiempos cambiaron
hace mucho (siglos) y algunos no quieren verlo porque están más
cómodos en el diván tradicionalista. La Universidad, los proyectos
que fluyen hacia La Rábida, la UNIA, esos alcaldes a los que falta
desfilar vestidos de Lope de Aguirre, esa colonomanía tan rancia,
esas orgullosas fiestas de partida en agosto o de llegada en
octubre... prescinden realmente de lo importante, que es traer la
riqueza cultural de América a Europa, lo que podría haber sido un
motor económico más que interesante para ir sustituyendo lentamente
esta industria que tanto pesa para el desarrollo de Huelva,
generadora de crasos beneficios para sus corporaciones y creadora de
proletario subcontratado que malvive en barriadas que alimentan su
voracidad...
No
es éste el asunto ahora sino la obra de Daniel Lagares Ramírez,
nacido en Huelva en 1973, aunque hace veinte años que inició un
periplo viajero en Granada, Sevilla, las Canarias y ahora Lima, un
caso que debería ser motivo de atención para las instituciones que
cité arriba; un onubense, afincado, digo, últimamente en Perú y
cuya obra tiene allí la más alta estima pudiendo ser motivo de
intercambio interesante. El 28 de agosto se clausuró una
retrospectiva suya en el Instituto Cervantes de Rio de Janeiro
titulada "Ayllu Quinua. Os Guardôes das Sementes", que
merece una entrada en este periódico.
Se
trata de un conjunto de fotografías retratando el modo de vida en
torno a la Quinua, especie de cereal que cubre el espectro que aquí
juega culturalmente el trigo (o algo más). Lagares atiende sobre
todo a los personajes y se fija en los rostros, marcados por el
tiempo y la dureza del clima; sabe captar la sabiduría y el acervo
de una cultura con más de 5.000 años, reprimida en parte por los
conquistadores y su religión, pero también lanza un mensaje
objetivo que nos hace reflexionar sobre los inconvenientes de la
tradición y hasta qué punto puede ésta asfixiar al individuo en
favor del grupo.
Las
sociedades no ilustradas juegan con escalas de valores en las que la
individualidad se subsume en la estabilidad del sistema, esto es (por
definición): conservadurismo inmovilista. Si esto fuera para ser
felices... sería estupendo, pero los roles sociales, sexuales, de
poder, todo suele estar predeterminado bajo pena de muerte o
expulsión... En
su
trabajo (hablo como espectador, el artista propone y el espectador
dispone) hay esa mirada objetiva, que no distante, de autenticidad,
donde quien las ve puede recrear "in mente" al personaje y
sus circunstancias, y como en una buena novela eso resiste el paso de
fronteras y tiempo, y da qué pensar, no sólo qué ver.
Se
han expuesto también dos documentales, el primero El
poeta en el arca,
dedicado a la obra de Arturo Corcuera, poeta máximo en Sudamérica
(e inencontrable casi por aquí), es un ejercicio de reflexión en
torno a la belleza y la vida y el tiempo. Es muy difícil capturar la
vis poética de un autor con la imagen; lejos de los tópicos que
normalmente sirven para destrozar al autor y su obra, el
documentalista Daniel Lagares ha sabido captar el silencio creativo
de Arturo Corcuera en un breve poema fílmico para conmemorar el
cincuenta aniversario de la publicación de Noé
delirante,
libro preciosamente raro y alabado por sus alcances desde su
publicación.
El
otro es Asina.
Sí, Lagares es un documentalista del silencio. En Asina,
narración sobre los cabreros de Fuerteventura premiada y reconocida
internacionalmente,
consigue atrapar ese aire que la vida cotidiana tiene en quienes no
fluyen en el ritmo artificial, de embalse, de la ciudad; la vida
natural lleva el ritmo de la luz, del aire, del sol y el agua, corre
como torrente y Lagares consigue atrapar esos compases vitales sin
necesidad de valorar moralmente unos comportamientos que no se
ofrecen idealizados sino como ejemplo de lo que el ser humano es.
Además del valor etnográfico, yo, que no sé de imagen, sólo puedo
decir que los enfoques de Lagares tienen un valor plástico por sí
mismos, están perfectamente estudiados y los juegos de luces, de
distribución de la información en el encuadre, te hacen pensar todo
el tiempo en una obra artística de alguien muy formado que concibe
el documental como una gran sinfonía en la que todo cuenta.
La
obra del onubense Lagares está siendo reconocida en Sudamérica. Su
universalidad proclama conocimiento del ser humano; y ésta es la
puerta del Arte. Ésto sí es un motivo hispanoamericano; al máximo
nivel, las instituciones onubenses deberían recuperar ese material y
explotarlo, ahí deberíamos estar con nuestra provincia y, creo, yo,
poco dado a patrioterismos, que no es malo que un onubense reconocido
fuera pudiera profetizar algo por aquí pronto.
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