Casi
el 90% de los contenidos que se mueven por internet en España son
ilegales, dice uno de esos informes que se orean cíclicamente en la
prensa. Oigo en la radio a unos profesionales de la Literatura
insultar a los descargadores ilegales y sus locutores corifeos
apoyándoles con naturalidad, porque se ve que esa gente jamás se ha
hecho con un disco, una película o un texto por la cara. Y uno
afirma que a nadie se le ocurriría robar una tortilla de patatas por
tener hambre (se ve que tiene clara su idea de la justicia social; es
uno de esos poetas-héroes del progresismo y no decimos su nombre
para no inmortalizarlo), por tanto no debemos alentar la descarga
pirata, ladrona prefieren decir.
Niego
la mayor: escribir no es vender tortillas de papas; bueno, en su
caso, puede. El Arte es un ejercicio que requiere público y si no:
no lo es. No existe sin este milagro de la interpretación, éste
acto le da realidad por lo que la difusión es parte integrante, no
un fin en sí misma (para comerciar). ¿Cómo puede un matemático
reclamar la propiedad de un teorema ignorando la Historia que
sostiene sus ideas y vendérnoslo como algo suyo exclusivamente?
No
hay ideas “ex novo”; hay contexto histórico, hay formación, hay
una sociedad que es el sustrato sin el que no tenemos ideas; por
tanto, el “creador” es más bien un modelador de algo
preexistente, no debería atribuirse tanta importancia. El argumento
que sirve para justificar su cobro por la “propiedad”, sirve
igualmente para reclamarle que pague por lo que se le ha cedido para
que pueda elaborar su obra.
Una
industria farmacéutica puede desarrollar una investigación,
registrar una patente pero ¿puede negársela a la sociedad? ¿No es
amparar el asesinato en favor de la explotación comercial? Si yo
supiera operar un tumor cerebral con exactitud, ¿por qué no
registrar la técnica y sólo aplicarla a quien me pague? Nótese que
yo no niego la necesidad de proteger el derecho del trabajo
intelectual a cobrar por la explotación. Si este periódico gana
dinero con mi trabajo, debería pagarme proporcionalmente; pero
permítanme la ingenuidad, si yo escribo ¿lo hago sólo por la
pasta? No existirían la Ciencia ni el Arte que han compuesto lo que
somos...
Supongamos
que soluciono el cáncer y lo registro, ¿tendría derecho a no
explotarlo? Estamos colaborando, bajo el supuesto de la protección
de los derechos de los creadores, con un crimen de lesa humanidad que
impide la aplicación de vacunas, medicamentos, ingenierías… con
el fin real que deberían tener: el Bien, entendido como beneficio
para la sociedad (que decía Hume).
Sutilmente
desplazamos la investigación al ámbito privado, que justifica sus
precios amparándose en los costes de inversión. He aquí otra
revolución pendiente, exigir ética a los intelectuales, en vez de
construir panamás para la optimización de los dividendos. No es
volver a lo público para impedir la competencia, es devolver a la
sociedad la Justicia.
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