Tengo
un compañero que ha sufrido un cáncer en un hijo. Lo digo así,
porque sólo alcanzo a imaginar, por fortuna mía, que debe ser lo
más parecido a sufrirlo doblemente; la criatura es nuestra
prolongación. Y este compañero se ha pateado la Planta de Oncología
Pediátrica del Virgen del Rocío milímetro a milímetro empapándose
de dolor e impresiones. Su perspectiva es buena pero esta huella le
compromete. Pongamos que es un jueves de un octubre y que habla con
alguien responsable: los números de la provincia de Huelva y de
Sevilla son similares y los de la capital en año y medio duplican a
los de la hispalense. Me pregunta cómo es que en Huelva no se tiene
esta impresión de que en la planta hay más chavalería de nuestra
provincia que de ningún sitio. Esta sensación de prevalencia asusta
porque, no siendo númerica, proporcionalmente podemos pensar que
algo pasa aquí que no ocurre en otros sitios.
Todos
conocemos casos de cáncer en familiares mayores o en gente floreando
la vida, es una impresión que todos tenemos, algo que pasa en Huelva
corroborado en informes del CSIC aunque, casualmente, siempre al
orearse aparece un contrainforme diciendo lo contrario con los mismos
datos, casualmente. No obstante, lo de los niños es distinto; no han
tenido tiempo de acumular excesos o imprudencias con que maquillar
estadísticas, tanto dolor gratuito tiene que tener causas y
responsables. ¿Cómo podemos dormir sobre un colchón pagado con
esos dineros? Pero éstas son sólo impresiones...
Sumando
impresiones, uno puede llegar a preguntarse si no habrá quien maneje
la información interesadamente; no hablo de ocultar ni de mentir,
pero dejar pasar los datos, decir que se está investigando y que se
exige el cumplimiento de la Normativa —faltaría
más—,
o hablar de transparencia sin aclarar hasta dónde... ha servido para
cumplir medio siglo de tropelías ambientales con funestas
consecuencias. Yo no estoy contra la industria, sino contra quienes
ponen por delante de nuestra salud —la
de nuestros hijos— el
beneficio económico. No contaminar o hacerlo de forma ordenada
habría disminuido los pingües beneficios de las grandes
corporaciones, jugar a despistar genera los huecos necesarios para
obtener réditos desaforados. CCOO, UGT, PP y PSOE no han colaborado
con la industria contaminante en Huelva, no, pero salían
beneficiados de la postura conservadora de no menear este problema.
Ahí están los fosfoyesos.
El
resultado se llama enfermedades respiratorias, cáncer, degradación
ambiental, contaminación de la cadena trófica, bonita experiencia
para varias generaciones condenadas. No sé si la impresión de mi
compañero sobre la incidencia del cáncer en nuestros hijos, en
Huelva, es correcta, pero creo que ahora es el turno de hablar claro
para el Alcalde, el Consejero, la Presidenta, el Presidente, el Rey o
que venga Dios y lo vea.
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