lunes, 4 de julio de 2016

Claro y distinto, 28-3-16

Soy un defensor acérrimo de la individualidad. No concibo más cambio social que la Educación y la Cultura porque no creo en ningún mundo mejor si no es a través de la transformación de nuestro sistema de valores. Por eso no tengo ni Dios ni patria ni familia, sino que construyo mi espiritualidad, labro mi terreno y procuro convivir con mis maldades sin dañar en exceso a mi alrededor. Cuando se enseña a través de tradiciones y prejuicios, se elimina lo singular, se elimina la posibilidad de elegir. No digo que no se necesite lo social, ese binomio sociedad-individuo es indiscernible, lo uno condiciona a lo otro, pero sí que se debe potenciar la libertad para generar una sociedad diferente, y eso sólo se hace con conocimiento: Ciencia, Arte, Historia... pensamiento crítico, enseñar a dudar, escepticismo, creatividad para arrancar a cada día una ilusión nueva para vivir.
El totalitarismo va contra la persona, no contempla la divergencia sino que arrolla a lo que sobresalga empós del total. No sé cómo nos extraña lo que está ocurriendo en Europa; hemos encontrado el chivo expiatorio en los políticos pero la corrupción está más adentro, en una sociedad que se está enrocando en sus fronteras, sus identidades nacionales, sus símbolos y, por tanto, en breve, en los rasgos raciales. Todos hemos olvidado el difícil equilibro entre cultura y tradición, y la explicación es sencilla: suele ocurrir que el culto tiene más formación académica y, por tanto, ha disfrutado de oportunidades laborales o tiene un estilo de vida que lo han alejado de la necesidad; a esta clase aburguesada, por puro egoísmo, le resulta más fácil sostener el equilibrio de la situación social que cualquier clase de cambio, y ahí se da pábulo a la tradición como expresión de lo popular, aunque el supuestamente culto por dentro desprecie o curiosee o se ría de lo que ve.
Yo, como andaluz que vota, no me siento orgulloso de estas lágrimas en las puertas de los templos fomentadas por la Junta de Andalucía, porque además de encender la pólvora de lo irracional institucionalizan un modelo económico basado en el turismo que nos convierte en sirvientes estacionales de la industria y sus dueños.

La prensa colabora con todo este despropósito cuando abandona su papel cultural y se suma al festín de las ventas, cuando amplifica toda esta chorrada (sí, porque puedo decirlo ¿no?) de la Semana Santa para estabilizar tiradas que se pierden el resto de año sin reflexionar sobre porqué nadie lee en serio. El cristianismo es sólo una gran mentira histórica amparada por el poder político, como el judaísmo, el islamismo y otras demencias por el estilo; sólo hay que leer y asumir a Darwin, la espiritualidad tiene una historia evolutiva como todo lo nuestro, a Hawking o Dawkins, la ciencia no necesita el concepto de Dios para explicar la realidad. El gran problema sigue siendo cómo evitar la maldad del ser humano; viendo el tropel de gobernantes en los palcos, me recluyo desesperanzado y pongo mi cargo como columnista a disposición del periódico, agradecido por esta oportunidad, no veo salida.

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