Soy
un defensor acérrimo de la individualidad. No concibo más cambio
social que la Educación y la Cultura porque no creo en ningún mundo
mejor si no es a través de la transformación de nuestro sistema de
valores. Por eso no tengo ni Dios ni patria ni familia, sino que
construyo mi espiritualidad, labro mi terreno y procuro convivir con
mis maldades sin dañar en exceso a mi alrededor. Cuando se enseña a
través de tradiciones y prejuicios, se elimina lo singular, se
elimina la posibilidad de elegir. No digo que no se necesite lo
social, ese binomio sociedad-individuo es indiscernible, lo uno
condiciona a lo otro, pero sí que se debe potenciar la libertad para
generar una sociedad diferente, y eso sólo se hace con conocimiento:
Ciencia, Arte, Historia... pensamiento crítico, enseñar a dudar,
escepticismo, creatividad para arrancar a cada día una ilusión
nueva para vivir.
El
totalitarismo va contra la persona, no contempla la divergencia sino
que arrolla a lo que sobresalga empós del total. No sé cómo nos
extraña lo que está ocurriendo en Europa; hemos encontrado el chivo
expiatorio en los políticos pero la corrupción está más adentro,
en una sociedad que se está enrocando en sus fronteras, sus
identidades nacionales, sus símbolos y, por tanto, en breve, en los
rasgos raciales. Todos hemos olvidado el difícil equilibro entre
cultura y tradición, y la explicación es sencilla: suele ocurrir
que el culto tiene más formación académica y, por tanto, ha
disfrutado de oportunidades laborales o tiene un estilo de vida que
lo han alejado de la necesidad; a esta clase aburguesada, por puro
egoísmo, le resulta más fácil sostener el equilibrio de la
situación social que cualquier clase de cambio, y ahí se da pábulo
a la tradición como expresión de lo popular, aunque el
supuestamente culto por dentro desprecie o curiosee o se ría de lo
que ve.
Yo,
como andaluz que vota, no me siento orgulloso de estas lágrimas en
las puertas de los templos fomentadas por la Junta de Andalucía,
porque además de encender la pólvora de lo irracional
institucionalizan un modelo económico basado en el turismo que nos
convierte en sirvientes estacionales de la industria y sus dueños.
La
prensa colabora con todo este despropósito cuando abandona su papel
cultural y se suma al festín de las ventas, cuando amplifica toda
esta chorrada (sí, porque puedo decirlo ¿no?) de la Semana Santa
para estabilizar tiradas que se pierden el resto de año sin
reflexionar sobre porqué nadie lee en serio. El cristianismo es sólo
una gran mentira histórica amparada por el poder político, como el
judaísmo, el islamismo y otras demencias por el estilo; sólo hay
que leer y asumir a Darwin, la espiritualidad tiene una historia
evolutiva como todo lo nuestro, a Hawking o Dawkins, la ciencia no
necesita el concepto de Dios para explicar la realidad. El gran
problema sigue siendo cómo evitar la maldad del ser humano; viendo
el tropel de gobernantes en los palcos, me recluyo desesperanzado y
pongo mi cargo como columnista a disposición del periódico,
agradecido por esta oportunidad, no veo salida.
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