lunes, 4 de julio de 2016

En Eco, 29-2-16

Ha muerto Umberto Eco. En mi infancia intelectual, allá en los 80, recuerdo una Huelva gris con apenas un destello en el Gran Teatro, que entonces era serio (Glass, Badura-Skoda...), y un par de bares donde ser maricón, consumir drogas, pintar o escribir y oír Bauhaus habían sustituido felizmente a la calle Gran Capitán y el Quitasueños. Tendría 15 ó 16 años cuando, espoleado por la biblioteca del notario-poeta Manuel Fernández, compré en una Feria del Libro Antiguo en la Plaza de las Monjas Obra abierta de Umberto Eco.
Ese libro cambió mi vida. Siempre he querido definir la Belleza, mis esfuerzos literarios han ido por ahí. Eco sabía mucho de filosofía medieval, sabía que los realistas la consideraban un “trascendental”, una huella de Dios en la Tierra; Eco entendió la oposición entre Predicantes y Mendicantes, su El nombre de la rosa fue un homenaje al gran filósofo franciscano William Occam, de Baskerville, verdadero detonador del Renacimiento, y Eco quiso, como él, definir la Belleza sin perder la trascendencia pero arrebatándosela a Dios para la Razón.
Aprendí lo básico: que autor, obra y espectador van por separado, que ninguno es imprescindible, porque todo autor lanza unos dados cuyo resultado desconoce siempre, la obra no es más que un trozo de la naturaleza en un contexto cambiante y el espectador sólo puede verse a sí mismo y encuentra lo que puede. El Arte está ahí perdido en esa maraña de habitáculos estancos, saltando de uno a otro sin solución. Aprendí que la apertura del objeto artístico es la que le hace viajar por las épocas diferentes, ser clásica; que leemos El Quijote hoy porque ya no es del Cervantes barroco, y que lo distinto del siglo XX y sus vanguardias radica en ser conscientes de este vértigo, por eso cualquier cosa puede ser Arte (sin menoscabo de las estafas) dependiendo más del intérprete que del autor o la misma obra.
Amé y leí a Joyce y su Ulises, la música de Scelsi o Nono, de Ligeti o Berg, el conceptualismo de John Cage o la pintura de Mark Rothko; entendí la abstracción, quise ser vanguardista y luchar contra la reacción estética siempre escudada en la técnica o lo establecido, sin justificación; aprendí que el Arte está antes en la mirada del artista que en la ejecución, y por eso una chorrada de Picasso es Arte y la tuya no...

No ha muerto Umberto Eco porque es una Obra en Marcha, abierta. Leo sobre su funeral laico, sobre si las Folías de España que sonaron eran las tempestuosas de Marin Marais o las espirituales de Corelli, ambas igualmente bellas. Hoy, festivo 29 de febrero, me siento europeo (literario), tomista, nominalista, dadaísta, un poco Goya afrancesado, ilustrado, italiano (del Norte), me siento Machaut, Joyce, Schnitzler, judaico Bashevis Singer, me siento JRJ con sus poemas vivos, comparto la senda de la Cultura con Eco, y miré los muros de la patria mía y no hallé cosa en que poner los ojos que no fuese recuerdo de la muerte: ¿Andalucía? Ojalá.

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